CLUB CICLISTA IBERIA
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23 de Enero de 2017
Fallece D. Antonio Salazar, Socio nº 1 del Club
Salazar, con el trofeo de vencedor del Campeonato Social del C.C. Iberia (1941)

Antonio Salazar, número socio 1 del Club Ciclista Iberia (en el que se inscribió, todavía entonces perteneciente al Iberia Sport Club en 1932) y auténtica institución en el ciclismo aragonés,  falleció el pasado viernes a la edad de 98 años.

Nació el 15 de diciembre de 1918 en Alfajarín (Zaragoza), desde donde su familia se trasladó a la capital con once años. Fue entonces cuando comenzó su pasión por el deporte de las dos ruedas viendo como su padre se desplazaba al trabajo (en el que él poco después comenzaría a colaborar), una recién creada zapatería, Calzados Salazar, que hoy, más de ocho décadas  después, todavía continúa funcionando en pleno centro de la ciudad.

Durante años se prepara en un gimnasio para dedicarse al ciclismo, al que se entrega cuando a los quince años cuenta con su primera bicicleta, con la que comienza a participar en las excursiones del Club Ciclista Iberia. La Guerra Civil retrasa su salto a la competición, que llega en 1939, siendo uno de los seis corredores aragoneses que tienen el honor de haber  participado en la primera edición de la Vuelta Ciclista a Aragón. Su exitosa trayectoria -17 victorias en 25 carreras disputadas, siempre defendiendo el maillot del Iberia- quedó cortada pronto por sus ocupaciones laborales y personales, que triunfaron sobre la posibilidad de una incierta trayectoria ciclista profesional.

Salazar en la Cena Social de 1965

Tras diez años de actividad cicloturista, en 1950 entra a formar parte de la directiva del Club Ciclista Iberia, en el que pone en marcha el Circuito Enlace Carreteras en el Barrio de las Delicias (Salazar era por entonces tesorero de la Comisión de Festejos del barrio), prueba que alcanzó un gran esplendor, especialmente en 1955 con la presencia de los mejores corredores nacionales, incluido Bahamontes.

En 1961 entra como vocal en la Federación Aragonesa de Ciclismo, puesto desde el que fue ascendiendo hasta llegar a la presidencia en 1968, cargo que ocuparía durante ocho años. A él, y al empeño de la directiva del Iberia comandada por Germán Guillén, se debe la resurrección en 1965, tras doce años de ausencia, de la Vuelta a Aragón, prueba de la que fue director de organización durante cinco ediciones. En 1968 pone en marcha junto al C.C. Sabiñánigo la histórica carrera Zaragoza-Sabiñánigo, crea la Casa del Ciclismo (en cuya sede de la Avenida Valencia reunió a buena parte de los clubes de la ciudad) y comienza a luchar por el que fue el gran sueño de su vida: el Velódromo de Zaragoza.

Salazar, junto a Guillén, durante el homenaje que le tributó el C.C. Iberia (2004)

En efecto, la capital aragonesa ya había contado con dos velódromos: el primero, más bien una  pista de tierra, a principios del siglo XX en la Plaza Paraíso; el segundo, el de Torrero, mantenido e impulsado por el Club Ciclista Iberia desde 1928 hasta su desaparición en 1939. Desde 1968, durante más de quince años, Salazar no cejó en su empeño de contar con un velódromo en la ciudad. Primero lo intentó con unos terrenos en el barrio de Valdefierro; más tarde, con otros en la zona de Villamayor. Todos los intentos se fueron al traste para desazón de un Salazar que nunca se dio por vencido hasta lograr su objetivo ya en la década de los 80 con el actual óvalo de los Pinares de Venecia.

Su presencia al mando de la Comisión de Pista entre 1985 y 1990 amplió su pertenencia la Federación Aragonesa de Ciclismo a 20 años (directivo entre 1961 y 1968 y presidente hasta 1976). Fue distinguido por la Federación Española con su máxima distinción: la Medalla de Oro al Mérito Ciclista. Además, posee la Placa de Plata al Mérito Deportivo de la Provincia de Zaragoza y la Insignia de Oro y Brillantes de la Federación Aragonesa y, cómo no, del Club Ciclista Iberia, del que Antonio Salazar será siempre su gran orgullo.